un articulo muy interesante de Diego Ghersi:
En un hecho concreto que se opone a falaces versiones de alcanzar una paz negociada, la Asamblea Nacional de Francia votó abrumadoramente por la continuación de la guerra.
Hay que asombrarse sin miedo: los conservadores y los socialistas que integran la Asamblea Nacional francesa coincidieron en aprobar la continuidad de las operaciones militares en Libia.
En efecto, el total de 482 diputados que votó a favor está compuesto por la totalidad de los que apoyan al presidente Nicolás Sarkozy y por la inmensa mayoría de los diputados socialistas. Sólo 27 diputados votaron en contra, casi todos de Frente de izquierda -comunistas, socialistas disidentes y anti globalistas- y los ecologistas Verdes.
De los 204 diputados socialistas, 154 coincidieron con los conservadores. Curiosos socialistas estos franceses, que votan a favor de invadir países y aportan material humano para presidir el Fondo Monetario Internacional.
Hay que asombrarse de la miopía de esta gente porque no se puede creer que en pleno siglo XXI no sepan que no se puede intervenir con impunidad en países extranjeros al estilo del siglo XIX.
Hay que asombrarse de esos políticos que no recuerdan las lecciones de Indochina y de Argelia, lugares en dónde no sólo oficiaron de “malos” sino que además recibieron soberanas palizas militares. Los franceses jamás ganan las guerras pero en esta parecen empeñados –y obligados- a no perder.
Hay que asombrarse de las declaraciones del ex ministro de Defensa francés, Hervé Morin: “Ciento sesenta millones para permitir a una población acceder a la libertad y a la democracia no es caro". Hay mucho cinismo y miseria en esas palabras que por un lado hacen de la guerra una cuestión monetaria y por otro deforman la realidad.
Porque a nadie se le escapa que a Morin le importa un bledo el acceso a la libertad de miles de beduinos de piel aceitunada. Al ex ministro solo le importan los contratos de armas que Kadafi se negó a firmar a favor de Francia y facilitar el acceso de las multinacionales francesas al petróleo libio, ambas cosas vitales hoy porque serían la fuente de divisas que Europa necesita para salir de su desastre económico anunciado. Así se integran las cosas.
La situación de la guerra en Libia es un pantano para los franceses y para occidente. Kadafi ha resistido como nadie lo esperaba, a pesar de que la operación militar emprendida para “defender civiles” se ha transformado en una maniobra para asesinarlo, excediendo los alcances de la resolución 1973 de la ONU y con inmensurables daños colaterales en la población civil que se suponía debían proteger.
De los tres objetivos que inspiraban la intervención aliada -derrocar a Kadafi; deslegitimar internacionalmente su régimen y legitimar a los rebeldes del Consejo Nacional de Transición de Bengasi (CNT)- ninguno se ha visto cumplido hasta ahora.
El tiempo corre a favor del gobierno libio, porque a casi cuatro meses del inicio de las operaciones bélicas no se vislumbra aún la solución militar y los expertos coinciden en que todo parece pender de un golpe de suerte inesperado a favor de la OTAN o del asesinato de Kadafi.
Las deserciones en el bando del CNT son numerosas, a tal punto que en la actualidad los combatientes rebeldes no superan el millar y es probable que los comandos de las fuerzas especiales desplegadas subrepticiamente por la OTAN en suelo libio sean más numerosos que los combatientes libios que dirigen.
En una reciente entrevista, el hijo de Kadafi, Saïf Al-Islam Kadafi, sostenía cuestiones que no pueden ponerse en duda solamente porque las dice quien las dice: “Los rebeldes son relativamente fuertes porque tienen a la OTAN luchando por ellos, les han dado mucho dinero. Además tienen el apoyo de los medios de comunicación occidentales, les han dado armas, helicópteros Apache; aviones Tornado Cuentan con el apoyo del portaaviones francés Charles de Gaulle y la Sexta Flota estadounidense. Si a Mickey Mouse le dan todo este apoyo, ¡Mickey Mouse será también alguien muy fuerte en Libia! A pesar de todo esto, los rebeldes están perdiendo terreno cada día”.
Una de las claves del fracaso occidental reside en que el bando rebelde al que apoya no pudo catalizar en su favor el apoyo popular, no logró dotarse de una base social. La capital rebelde, Bengasi, que tenía 800 mil habitantes al inicio de las hostilidades hoy se ha convertido en un pueblo fantasma.
En efecto, sólo quedan en la ciudad las personas que carecen de medios para abandonarla. El resto, muchos de los cuales apoyaron en febrero la creación del CNT, abandonaron el nuevo régimen.
A la inversa, en Trípoli, el 1 de julio se movilizaron casi 2 millones de personas en apoyo a Kadafi –convertido en líder anti colonialista- y se organizan manifestaciones regionales todos los viernes. Así, casi 400 mil personas participaron en una manifestación de condena a la OTAN en Sabha, en el sur de Libia, y se espera una manifestación similar en Az Zawiyah.
No es casual: el brazo militar aliado occidental mató más de un millar de libios; sus bombardeos indiscriminados destruyen la infraestructura petrolera del país e impusieron a Libia un bloqueo naval que cortó las vías de suministro, medida que apunta a restringir el acceso al combustible de uso militar y a las armas, pero también de alimentos para el pueblo dado que Libia carece de soberanía alimentaria.
Mientras todo esto sucede, el aporte de las corporaciones mediáticas a la causa occidental insiste con versiones en el sentido de una paz negociada.
A tal fin, los países que participan o apoyan la campaña militar de la OTAN apuran arreglos que invariablemente tienen su nodo en la renuncia de Kadafi, cuestión recurrente que no parece augurar más que fracaso, dado que Kadafi no ha dado muestras de querer dejar su lugar.
Las versiones periodísticas corporativas no son inocentes, buscan poner en relieve que es la negativa de Kadafi la que impide la finalización de la guerra.
Más creíble resulta pensar que las acciones bélicas no pueden terminar hasta que la coalición que tiene a Francia como punta de lanza se adueñe de los negocios, con el suculento agregado de los que derivarán de la reconstrucción de Libia y de los que resulten cuando, sin Kadafi, se abra la puerta al saqueo de toda África.
Sólo con ese “final feliz” llegará el oxígeno necesario que saque a Europa y a Estados Unidos de una asfixia económica casi terminal en la que lo único que sobra son las armas y gente, que, como en el caso de los asambleístas franceses, está criminalmente dispuesta a usarlas a costa de lo que sea.
http://www.elmercuriodigital.net/2011/07/los-franceses-estan-locos.html
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