En sus obras e intervenciones, García Calvo trata de dar voz a un sentir anónimo, popular, que rechaza los manejos del Poder. Esencial a esa lucha es la denuncia de la Realidad, una idea que se presenta como reflejo fiel de "lo que hay", cuando de hecho es una construcción abstracta, en la que las cosas son reducidas por la fuerza a ideas. De ese modo se mata cuanto pueda haber en las cosas de impredecible e infinito, y resulta posible someterlas a planes, esquemas y manejos. La gente, un caso más de cosa, queda organizada de este modo en Individuos, sometidos a una doble exigencia contradictoria: cada uno tiene que ser individual, y sin embargo todos han de ser sumables en una Masa numérica. Por fortuna, esta organización deja siempre cabos sueltos: a lo que pueda quedar en la gente de ocurrencias imprevisibles, no sometidas a plan ni cálculo, se refiere García Calvo como "el pueblo".
El progreso del Poder llega a su cúspide en las sociedades democráticas, compuestas por Masas de Individuos. Dado que el plan del Progreso es introducir este sistema en todas partes, la lucha popular debe dirigirse contra la Democracia, por ser ésta el régimen que administra la muerte (dado que lo único cierto del futuro es la muerte, anticipar éste -como hace el Poder- con planes o propósitos constantes es acercar la muerte para desvivir la vida) del pueblo en las sociedades más avanzadas. La pervivencia de formas más atrasadas de dominio (como las dictaduras comunistas o las de los países musulmanes) sirve para legitimar, por comparación, la Democracia, y debe considerarse por tanto un trampantojo.
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